viernes, 11 de julio de 2014

El Lugar del Padre

Me pasan cosas como ésta, 
aunque no tenga importancia
andar contándoles a todos 
todas las cosas que pasan. 
(Facundo Cabral)

Siempre quise escribir algo de lo que me había pasado pero me resistía mucho a escribir esto. Primero fue falta de tiempo, después no encontrar el momento adecuado. Creo que en el fondo era no querer escribir para no tener que llorar.

Hace ya más de cuatro años que nuestro hijo no nació. En la normalidad de cada día es algo que no me afecta. Tenemos 2 hijas hermosas que no paran de alegrarnos la vida y, como muchos, trabajo, leo, veo la tele, como… Pero cada tanto algo pasa y me hace parar, a veces es un segundo y a veces es más tiempo. Y me acuerdo. Y como Funes, aquél personaje de Borges que no podía olvidar ningún detalle, siento que recuerdo cada segundo vivido desde que el obstetra no encontró los latidos del bebé hasta que terminó el parto. De ahí en adelante sólo recuerdo algunas sensaciones, situaciones, impresiones y el dolor que me acompañaba todo el tiempo. 
La verdad es que habría muchas cosas para contar sobre ese momento, sobre el año que siguió, sobre las cosas que tuvimos que hacer, sobre todo el dolor y la tristeza que tuve. Pero en este momento prefiero escribir sobre el lugar del padre o, mejor dicho, el lugar de quien sería el padre si ese hijo hubiera nacido.
Lo primero que me viene a la memoria cuando pienso en esto son los papeles del día después. Como siempre, en esta sociedad nadie está tranquilo si previamente no llenamos mil papeles diferentes con mil veces los mismos datos y ésta no fue la excepción, tuve que escribir muchas veces mi nombre y muchas veces que relación me unía con el difunto (o vaya a saber como lo llamaban). No sabía si poner “padre” o  “papá”, la realidad es que nunca lo había pensado y es que, en ese momento, nada tenía sentido, yo no era el “padre” ni el “papá” de nadie, estaba ahí solo para que la cochería pudiera retirar un cuerpo sin vida de la clínica.
Una vez que salimos comenzó la parte difícil. Volver a las rutinas que pensábamos iban a cambiar con la llegada de nuestro hijo. Pero las rutinas seguían ahí, iguales, inmutables, recordándonos lo que tendría que haber sido y no fue. Y creo que es en ese momento dónde más me afectó mi rol de “pareja de”. Al menos en mi experiencia, pareciera ser que para el común de la gente el embarazo es de la madre, el padre es como un simple espectador que circunstancialmente se encuentra al lado de la embarazada sólo para aceptar sus cambios hormonales y cumplir con sus antojos. En el caso de la pérdida del embarazo pasa algo similar. Todo el mundo se preocupa por la madre y el padre es como un ser inmutable que no se ve afectado en lo más mínimo por los acontecimientos. Así me pasaba horas explicando a los demás que estábamos tristes, que a pesar de no haber visto al bebé se hacía muy difícil seguir adelante, que no le habíamos puesto nombre porque no queríamos saber el sexo hasta que naciera y así con un montón de otros asuntos. Muchas veces venía gente que me decía “che, decime como anda tu mujer? no le quiero preguntar a ella porque viste…. que se yo… ” y la verdad es que muchas veces estuve a punto de decir “y por qué no le vas a preguntar a ella como estoy yo? porque viste… que se yo…. a mi también me duele, el hijo de ella era también mi hijo y si bien yo no era el embarazado por dentro estoy sufriendo como un condenado a un
dolor eterno… por lo tanto la verdad es que... viste… que se yo... no me preguntes más, ni por ella, ni por mi!”. La verdad que nunca contesté eso y no me arrepiento, creo que la gente no sabe que hacer en estos casos y para muchos es difícil soportar el silencio, creo que muchos están convencidos que “algo” deben preguntar, que quedarse callados es peor, que decir “ustedes son jóvenes ya van a tener otro” aminora el dolor y no se dan cuenta que lo único que están haciendo es tratar de llenar un vacío que les queda muy grande. Después de haber pasado algunas veces por esta situación aprendí a convivir con ella, si la pregunta era sincera la respuesta también lo era (o al menos lo mas sincera que yo pudiera soportar en ese momento), si la pregunta era de compromiso la respuesta no era más que algunas frivolidades camufladas.
 
Creo que si alguien me preguntara qué aprendí de este momento podría responder un montón de cosas pero éstas son unas de las más importantes: el padre existe más allá de la madre, el padre sufre, al padre le duele haber perdido el embarazo, las comparaciones no tienen sentido (no tiene sentido decir “entiendo que te duela, pero por lo que pasó tu mujer...” ni “peor hubiera sido que naciera vivo y después muriera...”) y, por sobre todas las cosas, que no es malo sentirse triste y aceptarlo.

Quizás más adelante vuelva a escribir algo aunque, como me acaba de pasar, esté llorando desde el principio hasta el final.

Mariano

1 comentario:

  1. es hermoso lo que escribiste y muy cierto, aun hoy 4 meses después la gente le sigue preguntando a mi marido y no a mi como estoy/estamos.
    Creo que es una sociedad machista que no se da cuenta de que los hombres también perdieron un hijo.
    gracias por compartirlo, creo que a veces a los hombres les cuesta mas también expresar lo que siente, por eso,,gracias

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